Voyeur de libros

 voyeur

Todo lector entusiasta y asiduo de las bibliotecas, compartirá conmigo la emoción casi palpable que supone empezar a leer un libro nuevo, solo tuyo que nadie más ha leído antes. Un momento casi tan íntimo y personal como el acto de ducharse. Solo tú y tu libro. Procuras abrirlo con delicadeza, pasando cuidadosamente las páginas intentando no omitir ningún detalle que pueda esclarecer parte de la historia que está por venir. Entonces a medida que vas consumiendo líneas vas ganando confianza y pierdes el miedo de doblar las hojas, de abollar las puntas o de aplastar el libro contra la almohada. Entrar en un libro nuevo es todo un proceso, y como también lo he vivido, tengo que ser justa con las expectativas de los demás y por lo tanto confesar mi condición de voyeur de libros.

De vez en cuando, como hija de librero que soy, colaboro con el negocio familiar, y si os habéis sentido identificados con el primer párrafo, también comprenderéis la tentación que supone estar rodeada de novedades editoriales sin estrenar. Por eso de vez en cuando (y no será porque en mi casa no me queden libros por leer) una siente el impulso de apoderarse furtivamente algún ejemplar que otro. Ese tipo de curiosidad que comienza con “solo la primera página” y acaba con “pues no ha estado mal…”.

El proceso es completamente diferente ya que tienes que procurar que no se note tu presencia, por lo tanto cualquier indicio de emoción debe ser totalmente aplacado y disimulado. Pero más extraño que paliar tu interés es la sensación que te queda después. Una mezcla entre satisfacción y culpabilidad. Lo primero porque nadie se ha dado cuenta, lo segundo porque no por eso ha dejado de ocurrir. Tampoco puedes compartir esa reflexión con nadie, ya que si se cuenta pierdes el objetivo principal de no ser descubierto.

Al final acabas guardando el secreto para poder seguir leyendo libros a hurtadillas, principalmente porque es mucho más emocionante que leer libros a secas. Y por último, devuelves el libro a su sitio, como si nunca hubiese pasado nada y esperas que alguien se fije en él.

Texto e imagen por Clara Raposo.